Afecta nuestro estado de ánimo
y repercute en nuestra salud física
Estamos en una era, donde el nivel de actividad ha ido en aumento, la era de las comunicaciones vía satélite, el trabajo informatizado, las expectativas sociales, la interrelación personal, la mayor demanda de tiempo para dedicar al adiestramiento y aprendizaje de nuevas tecnologías, menos tiempo para el descanso corporal y mental, menos tiempo para el ocio, mayor demanda social para realizar nuestra actividad profesional y laboral, en virtud de nuevas tecnologías que hemos de incorporar.
El estrés, la enfermedad del siglo XXI, afecta a muchas personas que tras verse sometido a una situación de tensión mantenida, su organismo responde con una serie de cambios: humorales, somáticos, y psicológicos, mediados todo por la respuesta del hipotálamo ante esta situación, liberándose hormonas como el factor liberador de corticotropina (CRF), que actúa sobre las suprarrenales liberando cortisol, y adrenalina, causantes de los efectos del estrés.
Esta respuesta puede ser transitoria o mantenida, dependiendo de la situación y reacción en el afectado, las consecuencias pueden tener mayor o menor repercusión.
Genera ansiedad, depresión pérdida de autoestima, sensación de culpa y minusvalía, frustración, disminución de la libido o deseo sexual, insomnio, cambios de humor, déficit de concentración y memoria, desmotivación.
En el orden somático puede haber desde pérdida de apetito hasta bulimia, sudoración, palpitaciones, falta de aire, cefaleas, dolores de espalda, afección digestiva con cuadros de colitis, diarreas o estreñimiento, cambios del ciclo menstrual, impotencia o frigidez, sequedad, de mucosas (que puede llegar a provocar hasta coitos dolorosos) fatiga generalizada; el cortejo sintomático es amplio.
Si nuestro sistema de defensa (el sistema inmune), pone coto al origen del problema, muchas veces con estadios de relajación, descanso adecuado y alimentación sana, puede pasar los síntomas. Si se hace crónico, la afectación se traduce en un código genético que se queda almacenado en la memoria de nuestro sistema inmune, llegando a producir cambios en el orden de nuestros cromosomas, hasta provocar cambios irreversibles en las células.
Los efectos del cortisol y la adrenalina sobre todo nuestro cuerpo, nos mantiene en tensión o vigilia, no dejando que se establezcan los mecanismos naturales para la recuperación del metabolismo, acelerando el mismo, a todos los niveles, mas producción de glucosa, hacia el torrente sanguíneo, perdida o ganancia de peso por desbalance metabólico; sensación que puede llegar a parecernos como algo normal, en nuestro día a día, pero que realmente nuestro organismo no acepta como tal. Muchas veces creado por una situación social, laboral, o simplemente una preocupación familiar, como sucede cuando enfrentamos el cuidado de nuestros padre mayores, o a cualquier familiar enfermo, lo que algunos llaman “síndrome del cuidador”.
La medida para palear este estado la tenemos a nuestro alcance, hay que hacer un tiempo para cada objetivo, el primero sin duda, tener salud, para ayudar a los demás a conservar o recuperar la suya. Apoyarnos en nuestro médico, quizá necesitamos tratar algún síntoma de somatización que haya aparecido, y esto solo lo logramos junto al facultativo.
Hacer ejercicios al aire libre, intentar combinar una dieta sana y equilibrada, con horas para el descanso, que es tan necesario como la alimentación. Mantener una relación con la naturaleza en cualquiera de sus expresiones, nos ayuda a canalizar la energía negativa que forma nuestro cuerpo ante esta situación.